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martes, 24 de agosto de 2010

Critica de Misty Circus 1

"Llegué por el dolor a la alegría"
José Hierro
El arte como refugio de la desgracia.


Este primer tomo de la nueva obra de Victoria Francés, "Misty Circus", es un alegato en defensa propia de todos aquellos que huyen de su propia desgracia como Sasha, en busca de una vida más allá de la vida que les ha tocado, donde poder sobrevivir a pesar de su soledad y sus recuerdos.

Ya la dedicatoria del libro nos avisa de una búsqueda interior por parte de la artista, en ese espejo donde se miran nuestras almas continuamente, donde la pureza, la inocencia y las primeras veces de cada sentimiento tienen su origen: La infancia.

La infancia es el lugar donde transcurre la acción de Misty Circus, el marco narrativo es el París de los años 20 del siglo pasado, y el argumento es la pérdida de todo cuanto quiere Sasha, un niño de físico ambiguo y estados de ánimo bipolares, convertido de nuevo en uno de esos personajes al margen que tanto interesan a la autora. Si el sueño y la fantasía era lo que recorría el Corazón de Arlene, ahora son los insultos de los compañeros de clase, la soledad frente a una tumba y las gotas de lluvia frente a una ventana de un niño el día que un padre alcoholizado lo ha abandonado debido a la muerte de su mujer. Lo cual nos da indicios de una evolución hacia lo real en Victoria Francés, dentro del incierto camino que siempre es el arte de cualquier autor. Quizás sea demasiado el empeño en lo triste que hay en este libro, pero es sin duda necesario, si se quiere tener en cuenta el objetivo final de la obra, que es el de mostrarnos un refugio en lo desconocido, donde hasta la persona más desgraciada puede encontrar su felicidad, su protección al fin y al cabo, Sasha significa "La que es protectora" en Griego.

Los orígenes de Sasha son humildes, su padre ejercía el oficio de Mimo en un teatro de la ciudad y su madre se ocupaba de cuidarlo con el mayor cariño posible. Estos hechos explican la predisposición del personaje de Sasha por lo artístico y la necesidad de un refugio, como los brazos de su madre que no podrá encontrar en el orfanato de París, y que luego sí encontrará en el circense bosque.

Victoria ha puesto mucho más empeño esta vez en la historia que nos narra, y en su documentación a través de las ilustraciones, que impresionar con una refinada técnica de dibujo o la búsqueda de una recreación egocentrista en las imágenes, que es lo que seguramente el público le reproche y, que sin duda alguna,es un acierto por su parte. Ya que esto proporciona al libro una sensación de unidad, y no de Collage de imágenes en el que se inserta una historia sin relación aparente entre las láminas.

Se pueden aplicar infinidad de lecturas a este primer tomo de Misty Circus. La sensación que destilan las páginas es una dualidad entre el mundo en que aparentemente vive el artista, lleno de luces, teatro y maravillas circenses, en contraposición con los recuerdos imborrables de una infancia desgraciada, las horas de soledad y la melancolía de un mundo perdido e imperecedero dentro de nosotros como es la infancia. Toda esta dualidad se encierra en la mirada de los personajes, que es donde la mano de Victoria ha puesto más empeño, parece como si la historia se narrase a través de las miradas en cada ilustración. La relación de Josh Lechat (Josh el gato) y Ludovico Dragomir (Dragón de Paz), con Sasha es la de ofrecer un mundo paralelo, un refugio de amistad y un escenario donde tenga cabida la única felicidad posible para un artista, los momentos de creación.

De hecho Sasha sólo sonríe haciendo malabares y montado vestido de payaso en un caballo de tiovivo. Quizás el mensaje de esta obra sea la reivindicación de los mundos interiores que hacen posible a todo artista, y una alabanza a todos aquellos refugios y personas que se encuentran en bosques olvidados que hacen posible lo imposible. Que convierten la tristeza y el dolor, en felicidad y en arte.


Fernando José Palacios León

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